lunes, 12 de diciembre de 2011

18.SEBASTIAN....recordando


Si esto era lo que sintió mi madre, no se porque no estuve mas tiempo con ella.
Todo lo que las personas dicen, ver tu vida pasar frente a tus ojos, tal vez no era mentira, y si no lo era entonces había llegado mi tiempo.
Las imágenes pasaron frente a mi como una vieja y gastada película, algunas rotas y otras invisibles y otras eran preferentes no verlas.
Mi primer recuerdo fue mi madre, antes de todos los problemas, o mejor dicho en el inicio de ellos, yo estaba con mi padre en su cuarto cuando ella llegó llorando a decirle lo que había pasado.
"Manuel, de nuevo el ángel, quiere que mate a uno de mis niños". Mi padre me corrió del cuarto y mi hermano y yo los escuchamos pelear, claro que el pensaba que mi madre estaba loca, por eso dejó que ella muriera en su propia demencia, nadie la ayudó.
Gabriel, así se llamaba mi hermano, lo había olvidado, igual que el nombre de mi madre, Maria, Mary le decia mi abuela.
Me odiaba a mi mismo por ver como mi padre nos alejaba de ella y yo quedarme con los brazos cruzados, ni siquiera mire atrás cuando nos fuimos de la casa, no hice nada.
Gabriel amaba a mi madre, y ella lo amaba aún más, era el preferido, tal vez por eso decidió llevárselo a él, para que no sufriera en esta vida como todos lo hacíamos, ¡oh hermano como pude olvidarte tanto tiempo! Suprimir tu muerte y la de nuestra madre.
Fue en un estacionamiento vacío, estaba obscuro, mi padre hablaba por teléfono mientras nos veía jugar en la calle frente a la casa cuando las luces de un carro encandilaron mis ojos, solo escuche que mi padre gritaba una y otra vez lo mismo cuando los brazos de una mujer nos hicieron entrar en el, "Maria detente", "no lo hagas, espera".
Cuando por fin me di cuenta de lo que sucedía y mis ojos se acostumbraron a la luz encontré a mi hermano abrazándome con los ojos llorosos y después voltee a ver al conductor, era mi madre, llevaba la ropa que parecía llevar desde hace al menos dos semanas, su cabello parecía grasiento y estaba despeinado, sus ojos estaban rojos, parecía no haber dormido en días, su mirada había perdido todo el brillo, parecía haberse comido todas las uñas, se podía ver la carne debajo de ellas, parecía desesperada, rota, parecía que mi madre ya había muerto, nos miró y pareció tratar de darnos una sonrisa, pero su cuerpo había olvidado lo que eso era.
Llegamos al estacionamiento donde nadie nos podía ver, se bajo del carro y nos abrió la puerta, nos dijo unas palabras para que no nos preocupáramos pero su voz intranquila y llorosa solo nos altero más, comenzó a gritar como loca, a rezar recuerdo como gritaba y lloraba y se hincaba ofreciéndose a la nada.
"Ángel, diabólico ángel o mi tormentosa compañía, aquí estoy como lo querías, ven, que mis niños te vean, que sepan que es verdad que no estoy loca, ¡aparecete, muéstrate!"
Lo sollozaba una y otra vez, en gritos y en susurros hasta que cayó, y se dirigió a nosotros mostrándonos un lugar vacío, "lo ven, lo ven, él nos espera, el esta aquí", se arrodilló y nos acarició el cabello como una madre protectora, "hijos míos vean, nos llama", ninguno de nosotros podía ver nada, y mi madre parecía una completa demente, nos decía una y otra vez "ahí está, ahí está ", pero ella veía nuestras caras sabía que no lo veíamos, ella no podía calmarse, hasta que vio la camioneta de mi padre a lo lejos, entonces enloqueció aún más y arrancó a mi hermano de mis brazos, lo besó y lo abrazó y pidió perdón, luego sacó un cuchillo y se lo clavo en la espalda, mi hermano grito y lloro y mi madre lo abrazo mas fuerte, "mi bebe, o mi pobre bebe" decía, hasta que Gabriel murió, entonces mi padre llegó y vio a mi madre levantarse y a mi hermano caer, mi padre era débil, de nuevo no hizo nada y yo corrí hacia él y me abrazó pero no me protegió, mi madre nos vio con ternura y luego solo me miro a mí, "no lo escuches" me dijo, y comenzó a acuchillarse ella misma hasta que sus fuerzas no alcanzaron a seguir y cayó al suelo junto a mi hermano abrazandolo.
Después de ese día mi padre no pudo mirarme a los ojos, no me ofreció una explicación o un consuelo, hicimos una nueva vida, lejos de todos los tormentosos recuerdos.

¿Eso me pasaría a mi?, mi madre me lo advirtió, "no lo escuches", pero ya era muy tarde, no solo no había evitado escucharlo, sino que lo había buscado, enserio un mortal combatiendo a un ángel, desde que había dejado a Natalia lo había comenzado a sentir, él me seguía, me mostraba imágenes de la muerte de mi madre y mi hermano pero con otras caras, siempre diferentes sin poderme hacer recordar, después de un tiempo fue mas frecuente y cuando me separe de Natalia definitivamente comenzó a murmurar cosas a mi oído, recordándome lo culpable entonces Lizeth me encontró, ella era rubia, algo alta, original y bella, pero más que nada dispuesta a quedarse conmigo hiciera lo que hiciera, de alguna forma me ayudó a descansar, pero ese acompañamiento lo confundí tanto que no me importaba que ella lo confundiera también así que nos besábamos y nos teníamos las veces que ella quisiera, pero desde que Natalia nos encontró en el invernadero todo a cambiado...

17... marcada



Sentada en el sillón pude ver a Adrian dormir, ¿qué soñaría?

El ambiente se torno pesado, obscuro con una presencia triste y rencorosa, no tuve que buscar la causa, era obvio que se trataba de Sedit. Existía un espejo de cuerpo completo no muy lejos de mí en la pared de al lado, comprobé mi teoría viéndolo de reojo, ahí estaba, Sedit de pie detrás de mí, viéndome como un enamorado, admirándome.

- y ahora, ¿por qué estás aquí?

Mi tono parecía monótono, aburrido, estaba cansada de sus inoportunas y desagradables apariciones.

- ¿Es qué uno ya no puede venir solo a visitar?

Claro que las personas podían pasar a visitar, el problema es que él nunca iba solo a eso. Sentí como bajaba hasta que su aliento pasó por mi cuello y erizo mi piel.

- Recuérdame Natalia, porque nunca me iré.

Sedit acaricio mi cuello y lo beso con delicadeza con labios de fuego, dolorosos que me hizo recibirlo con un gesto de desagrado y dolor, desapareció en sombras después de sentir su tan familiar sonrisa malévola, pude notar en el espejo la marca roja que habían dejado sus labios, pase mis dedos sobre ella y sentí el pequeño relieve de esa herida, ardía, dolía, quemaba.




- - ¡Sebastián no! –

La voz se escuchó en mi espalda, voltee y reconocí la habitación de hotel donde Sebastián se estaba quedando, pero ya habíamos quedado que nos veríamos en Durango, que hacia ahí. Lo busque con la mirada, la mujer con la que estaba el día pasado en el invernadero estaba en el marco de la ventana, trate de llamarla pero mi voz era inaudible.

- Por favor Sebastián baja de ahí.

Ella estaba llorando, me acerque y entre las cortinas que el viento movía como fantasmas encontré a Sebastián sobre el barandal totalmente ebrio, con los ojos rojos y la ropa sucia y arrugada, veía al vacio, trate de acercarme pero una barrera invisible me impedía acercarme, trate de gritar que se detuviera, estaba desesperaba pero nadie parecía notarme, hasta que Sebastián volteó a mi dirección y pareció verme, dejo caer la botella casi vacía que sostenía en la mano y tras de ella se dejo caer él.

La barrera se disolvió y corrí para inútilmente tratar de sostenerlo, pero al llegar una daga se clavo en mi estomago y no pude seguir, cuando levante la vista Sedit era el que la sostenía, sonriendo y burlándose. Se acercan a mí y me beso en el mismo lugar donde había dejado su marca, sacó la daga lo que hizo que cayera al suelo.

- El es mío

La habitación seguía igual pero ahora yo estaba en el piso, me levante, no tenía ninguna herida, Adrian seguía en la cama durmiendo, recordé la visión, el sueño.

- Sebastián




Corrí esperando que aquel sueño solo hubiera sido eso, un sueño. Había dejado a Adrian dormido, ¿por qué había hecho eso?

Llegue al hotel y el portero me abrió la puerta antes de que pudiera estamparme contra el transparente vidrio, algunas personas trataron detenerme, habrán notado que no era huésped de ahí. El elevador acababa de cerrar, ya no tenía tiempo de esperarlo, subí por las escaleras, sentía mi corazón queriendo salir por mi boca cuando llegue a su piso pero seguía viva, su puerta estaba abierta, me acerque con miedo de que hubiera llegado tarde, abrí la puerta y vi a la mujer rubia tratando de calmar a Sebastián que estaba sentado en el suelo tomando hasta la última gota de alcohol que la botella podía ofrecerle, voltee alrededor la habitación estaba destrozada y al parecer aquella no había sido la última botella que había tomado.

Entre y la mujer me reconoció, pero no me dio importancia, Sebastián por otra parte después de discutir con ella dejo se cuerpo caer al piso, inmóvil, no pareció haber notado mi presencia.

Donde había quedado aquel hombre fuerte y seguro que conocía, Sedit lo estaba volviendo loco, o tal vez y ya lo había conseguido.

- Sebastián

Volteó, ahora yo tenía que ser la fuerte, había llorado demasiado, me acerque y me hinque a su lado, el se sentó y me abraso, pude sentir su miedo, su desesperación, no sabía qué era lo que pasaba. El no podía controlar nada mas, no podía soportarlo. Lo abrace largo tiempo, la mujer rubia se había ido y poco a poco Sebastián comenzó a separarse de mí, tanto como para que pudiera ver su cara.

Sus ojos me lo decían todo, estaba al borde de la locura igual que su madre lo había estado, que podía hacer yo contra un demonio cuando él lo había elegido, cuando la muerte se enamora de ti no te dejara hasta poseerte.

Acaricie su cara, limpie sus lagrimas, bese sus mejillas y antes de poder seguir con su cuello encontré la misma marca que Sedit me había dejado a mi antes de irse, una pequeña quemadura en forma de estrella, pase mis dedos sobre ella y Sebastián se quejo, le ardía como a mí.